Hemisferectomía


En algunos casos, hay anomalías cerebrales que afectan a un hemisferio entero (e.j. la mitad izquierda o derecha del cerebro) en los niños que sufren los espasmos infantiles - por ejemplo, las grandes displasias corticales focales, un derrame cerebral, hemimegalencefalia y encefalitis de Rasmussen. En una hemisferectomía, se extirpa todo un hemisferio (la mitad) del cerebro.

Al igual que en las lesiones focales pequeñas, se confirman y concretan las anomalías más grandes por varias pruebas diagnósticas incluyendo la electroencefalografía (EEG), la resonancia magnética nuclear (RMN), la tomografía por emisión de positrones (TEP), la tomografía computarizada por emisión de fotón sencillo (SPECT) y la magnetoencefalografía (MEG). En algunos casos, se requieren otros estudios, incluyendo monitorización eléctrica invasiva con electrodos profundos o electrocorticografía (ECoG), la resonancia magnética funcional por imágenes (RMFI) o el procedimiento intracarótido amobarbital (también llamado el test Wada, un procedimiento en el cual una porción del cerebro es temporalmente “desconectada” por medio de un fármaco para simular un estado post-quirúrgico). El propósito de estos estudios es determinar las características estructurales y funcionales de las lesiones, tanto durante las convulsiones (ictal) como entre convulsiones (interictal).

Si se considera que una anomalía requiere una hemisferectomía, hay una gran posibilidad, en algunos casos, de quedar libre de convulsiones una vez extirpada. Esta cirugía se realiza cuando las crisis no se detienen con una intervención quirúrgica más limitada. Sin embargo, extirpar una mitad del cerebro no es tarea fácil y conlleva varios riesgos durante la operación y el postoperatorio. En adultos y niños mayores, la intervención puede afectar a la pérdida de movilidad física del lado contrario al hemisferio extraído, la pérdida de visión del lado contrario al extraído, discapacidades del habla o lenguaje, memoria, toma de decisiones y otras funciones neurológicas sutiles y complejas. Si la hemisferectomía se realiza a una edad temprana o a pacientes con disfunciones hemisféricas de larga duración (una mitad del cerebro no funciona bien), hay menos riesgos. De hecho, en los niños de menor edad, se recupera la mayor parte de las funciones del cerebro, de manera que, con cuidados y rehabilitación cualquier persona ajena al entorno del paciente no podría detectar los efectos de la intervención quirúrgica. Al igual que con cualquier intervención quirúrgica, hay que evaluar cuidosamente los riesgos y beneficios de una hemisferectomía. Además, estas decisiones deben tomarse por equipos multidisciplinarios que incluirían a neurólogos (epileptólogos), neurocirujanos, neuroradiólogos, neuropsicólogos y entre otros especialistas, así como a los pacientes y sus padres para decidir si esta intervención es apropiada para el enfermo.

Una intervención quirúrgica que extirpe regiones cerebrales donde se generen convulsiones epilépticas no debe utilizarse como último recurso. Normalmente, se considera la posibilidad de una neurocirugía si el paciente no responde a un tratamiento con varios medicamentos específicos. Siempre hay que tener en cuenta los riesgos y los beneficios de una intervención quirúrgica, incluso el riesgo de no someterse a cirugía.

Recursos:

Noticias sobre hemisferectomía en UCLA:

 


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